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El kit de emergencia de la UE: ¿Protección o control?

  • Foto del escritor: Bárbara Balbo
    Bárbara Balbo
  • 8 abr
  • 4 Min. de lectura

En los últimos meses, varios gobiernos europeos y organismos de protección civil han comenzado a difundir recomendaciones a la ciudadanía: preparar un kit de emergencias con víveres, agua, medicamentos, linterna y documentos esenciales ante posibles guerras, ataques o catástrofes climáticas. Aunque, en apariencia, se trata de una simple medida preventiva, las implicaciones que se esconden detrás son más profundas. ¿Estamos realmente ante una amenaza inminente o frente a una estrategia para generar miedo y justificar un nuevo ciclo de gasto militar?


El kit de emergencia de la UE: ¿Protección o control?

El kit de emergencia de la UE: ¿Protección o control?

Un kit que pesa: defensa, miedo y presupuestos


Este tipo de llamados se produce en un contexto en el que la Unión Europea, presionada por el conflicto en Ucrania y la creciente rivalidad global, ha intensificado su inversión en defensa. Alemania anunció en 2024 el mayor presupuesto militar de su historia. Francia, Polonia, Países Bajos y otros países siguen el mismo rumbo. En este marco, la idea de “prepararse para lo peor” no solo moviliza emocionalmente a la ciudadanía, sino que también puede funcionar como herramienta narrativa para legitimar este rearme.


¿A qué se debe realmente esta urgencia por aumentar la defensa militar?


La respuesta va más allá de una simple reacción a los peligros actuales. Es cierto que Europa, tras décadas de relativa estabilidad, ha vuelto a sentirse vulnerable —sobre todo desde la invasión rusa a Ucrania y las crecientes tensiones con China—, pero el impulso por rearmarse responde también a un rediseño estratégico. Por un lado, muchos gobiernos europeos buscan reforzar su autonomía militar ante la percepción de que Estados Unidos ya no es un garante confiable de seguridad. Por otro, este proceso de rearme favorece directamente a sectores económicos muy poderosos, en particular, la industria armamentística, que ha sabido convertir el miedo en oportunidad de negocio.


¿Quién se beneficia del aumento del gasto militar?


El incremento del gasto militar en Europa no es un acto neutro. Beneficia directamente a grandes actores económicos y políticos que se posicionan como indispensables en un nuevo orden global marcado por la inseguridad.


En primer lugar, las principales beneficiadas son las grandes empresas de defensa, tanto europeas como estadounidenses. Corporaciones como Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman en EE. UU., o Thales, Rheinmetall, BAE Systems y Airbus Defence & Space en Europa, ven cómo sus contratos crecen con cada nuevo anuncio de rearme. Estas compañías, muchas con vínculos estrechos con gobiernos y ministerios de defensa, obtienen beneficios millonarios cada vez que se actualizan los presupuestos militares. Basta con que un país anuncie una compra de armamento para que sus acciones se disparen en los mercados bursátiles.


Pero hay más. Además de estas corporaciones, existen grupos de presión —lobbies políticos, militares y económicos— que promueven el aumento del gasto desde dentro de las instituciones. No se trata solo de industrias armamentísticas, sino también de think tanks, fundaciones y asesores estratégicos que influyen en las políticas públicas y el discurso social.


Los think tanks (o laboratorios de ideas) son organizaciones que generan estudios, informes y propuestas políticas sobre temas diversos, desde seguridad hasta economía. Aunque algunos se presentan como entidades independientes, muchos están financiados por empresas o gobiernos con intereses concretos. En temas de defensa, estos centros desempeñan un papel crucial: moldean el debate público, exageran amenazas, justifican políticas belicistas y presionan a los Estados para aumentar la inversión militar. Operan en la sombra del poder, pero tienen una enorme capacidad de influencia.


El papel de Estados Unidos


Tampoco se puede ignorar el rol de Estados Unidos en este proceso. Washington ha presionado a sus aliados europeos durante años para que asuman más responsabilidad dentro de la OTAN. Aunque esto puede parecer un paso hacia la autonomía estratégica europea, en la práctica ha implicado que Europa compre más armamento estadounidense, consolidando la dependencia militar de EE. UU. El resultado: más gasto europeo, pero más ganancias para la industria norteamericana.


Cuando el miedo se convierte en política


Los gobiernos nacionales también encuentran ventajas políticas en este nuevo discurso de amenaza permanente. El miedo permite proyectar autoridad, justificar recortes en sectores sociales y aplicar medidas de control con el argumento de “proteger a la población”. En este contexto, el kit de emergencias sugerido por la UE puede leerse no solo como una medida de precaución, sino como un símbolo de obediencia: un recordatorio permanente de que “algo grave podría pasar” y que debemos confiar en los que deciden por nosotros.


¿Y si la verdadera emergencia es otra?


Europa enfrenta problemas reales que no se resuelven con linternas y latas de atún. El colapso de los sistemas sanitarios, la precarización del empleo, la falta de acceso a la vivienda o la crisis climática requieren inversión en políticas sociales y sostenibles, no en armamento. Prepararse está bien, pero la pregunta clave es: ¿nos estamos preparando para lo correcto?


Quizás, lo que realmente urge hacer es exigir decisiones políticas valientes, orientadas al bienestar común. Porque si el miedo sirve para gobernar, la conciencia crítica puede servir para cambiar el rumbo.


Artículo escrito para Prensamérica Internacional


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