Las pantallas y la cultura del miedo
La preocupación sobre el uso de pantallas en la niñez y la adolescencia ha crecido significativamente, y aunque numerosas investigaciones indican que los daños surgen cuando el uso es «ilimitado», este detalle a menudo se omite en la información que se difunde, generando en la sociedad una respuesta de temor y prohibición.
De esta manera, aparece lo que los estudios sociales denominan la «cultura del miedo», la cual es promovida por algunos medios y grupos influyentes, que distorsionan u omiten ciertos datos para obtener más personas adeptas, aunque esto aumente la inquietud sobre el tema. Un ejemplo de ello es la tendencia a divulgar información sobre la gente que trabaja en Silicon Valley,asegurando que crían a sus hijos e hijas sin el uso de pantallas. Estas noticias excluyen datos relevantes que desmienten esta generalización, como es el caso de la encuesta realizada por The Information, un medio centrado en Silicon Valley y que es la mayor redacción del mundo dedicada a la tecnología. Dicha encuesta afirma que la mayoría de participantes, quienes forman parte de este gran centro tecnológico, «regulan» pero no censuran el uso de pantallas en sus hogares.
Lo peligroso de esta selección de la información es que genera posturas radicales y pérdida de objetividad, volviendo a un sector de la sociedad más vulnerable a la manipulación. En este punto, encontramos una vinculación con algunas estrategias utilizadas por grupos de ideologías extremas. Por ejemplo, diversos partidos políticos de ultraderecha difunden estratégicamente noticias falsas y agreden a sus contrincantes en internet, provocando que se cuestione la credibilidad y la seguridad de la red, promoviendo una sensación de peligro y el odio social para ganar simpatizantes. Por otro lado, teniendo en cuenta que la extrema derecha defiende una visión nacionalista, conservadora y autoritaria de la sociedad, observamos que sus intereses son contrarios a la libertad de expresión que facilita el universo digital mediante sus contenidos diversos, plurales y críticos, por lo que alientan a sus seguidores y seguidoras a abandonar las redes sociales y a usar otras plataformas que, casualmente, no contienen mecanismos estrictos de identificación y de moderación, como es el caso de Telegram. Este mal uso intencionado de las pantallas puede lograr que se consideren una herramienta de riesgo, en lugar de un recurso beneficioso si se usa adecuadamente.
Una realidad innegable es que Internet dio la posibilidad de compartir diversas ideas y experiencias alrededor del mundo, permitiendo a las voces marginadas ser escuchadas. En este medio se reveló información oculta muy relevante, provocando movimientos de protesta y campañas de concienciación, como #MeToo, #15M, #TimesUp, #BlackLivesMatter y #NiUnaMenos. También sirvió como una plataforma de apoyo para la comunidad LGTBI+Q; ha dado visibilidad a la lucha por los derechos de la mujer y ha desafiado los estereotipos de belleza, promoviendo la aceptación de la diversidad corporal y exponiendo los desafíos de salud, tanto física como emocional, que enfrentan las mujeres en el ámbito profesional.
Por si fuera poco, se han destapado engaños de grandes marcas alimenticias, en algunos casos llevándolas a reformular sus productos, como sucedió con Kellogg’s, que ha debido eliminar de ciertos productos hasta un 20% de sal y reducir en un 10% los niveles de azúcar de los cereales infantiles; y como Nestlé, que tuvo que reconocer que más del 60% de los productos que vende, desde chocolates hasta cereales, no cumplen con los criterios necesarios para ser saludables, tal como los publicitan.
En conclusión, aunque el mundo a través de las pantallas presente numerosos riesgos, prohibir su uso no es la solución. La realidad es que no sólo debemos ser responsables en su consumo, esta cualidad debería ser nuestro eje de vida para actuar y relacionarnos en todos los aspectos sociales. La manipulación mediática y las estrategias del marketing engañoso han existido siempre, y ante ello, sólo nos queda formarnos para tener un espíritu crítico y poder discernir entre la información veraz y la engañosa, transmitiendo esto mismo a nuestros hijos e hijas.
Censurar la libertad de expresión debido a los peligros que pueda representar, fue y es la excusa para silenciar a quienes luchan por un mundo mejor. El verdadero riesgo está en no tener la formación y la solidez necesarias para saber cuándo nos están manipulando.
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